El Salvador, Alcatraz y Libia - Los Extremos del Trumpismo

Publicado el 8 de mayo de 2025, 6:39

Estados Unidos nunca ha tenido un historial limpio cuando se trata de derechos humanos. De hecho, su historial es alarmante. Basta recordar Guantánamo, ese agujero negro legal donde aún hoy se encierra a personas sin juicio. O las cárceles secretas de la CIA en Europa y Medio Oriente. Pero lo que está haciendo Donald Trump va mucho más allá. Él no está continuando esa historia: la está radicalizando.

Según Reuters, el gobierno de Trump se prepara para deportar migrantes a Libia usando aviones militares estadounidenses. No a su país de origen. No a un lugar seguro. A Libia: un Estado fallido, plagado de terrorismo, violencia, minas, secuestros y tortura documentada por múltiples organismos internacionales. Ni siquiera el Departamento de Estado recomienda viajar ahí… a menos que seas migrante, claro.

Trump ya coqueteó con la idea de enviar deportados a Ruanda, otro país con una historia reciente de genocidio. Ha forzado acuerdos de “tercer país seguro” con gobiernos como los de Panamá, Costa Rica y El Salvador, para que acepten migrantes que ni siquiera son ciudadanos suyos. Ahora quiere expandir este modelo hacia África, como si pudiera deshacerse de la humanidad con un pase de abordar.

Y luego está el caso de Kilmar Abrego García. Un residente legal en Maryland, sin antecedentes penales, que fue erróneamente deportado a una mega prisión en El Salvador. Cuando un juez exigió explicaciones, el gobierno de Trump invocó el “privilegio de secretos de Estado” para no rendir cuentas. Es la segunda vez en meses que Trump usa esa carta para esconder abusos en deportaciones.

Como si eso no fuera suficiente, el gobierno está ofreciendo $1,000 a quienes acepten “auto-deportarse” voluntariamente. Una oferta tan perversa como suena: pagarte para que desaparezcas del mapa, mientras se presume “éxito” ante los medios.

Trump no se conforma con separar familias o encerrar niños. Ya deportó a más de 152,000 personas en este mandato, según cifras del Departamento de Seguridad Nacional. Pero quiere más. Más soldados en la frontera. Más redadas. Más miedo. Incluso propone reabrir Alcatraz para encerrar a inmigrantes, porque al parecer las cárceles ya no son suficientes.

Afortunadamente, la mayoría de los votantes no comparte esta sed de castigo. Según Data for Progress, 71% de los estadounidenses se oponen a encarcelar inmigrantes legales en otros países, y 72% creen que el gobierno debe presentar pruebas antes de deportar por “seguridad nacional”.

Esto no es política. Es crueldad planificada. Es una campaña de terror legitimada por el Estado. Y es orquestada por un hombre que no busca soluciones, sino aplausos. Trump no quiere un sistema migratorio. Quiere un espectáculo de sufrimiento humano.

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