El Benito Júarez del Siglo XXI

Publicado el 6 de junio de 2025, 6:54

Un nuevo rostro para la justicia mexicana


Este viernes, confieso que me siento dividido: como estadounidense, me avergüenza la tragicomedia entre Trump y Elon Musk, una pelea de egos multimillonarios que revela lo más decadente del poder gringo. Pero como mexicano, hoy me siento lleno de orgullo. Orgullo de raíz, de historia, de justicia. México ha hecho historia con Hugo Aguilar Ortíz, el primer presidente indígena de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y no es cualquier jurista: es un mixteco oaxaqueño, formado en la lucha, en la tierra, y en la convicción de que los pueblos originarios merecen no solo respeto, sino poder.

Su elección es un acto de justicia histórica. No es solo simbólico: es revolucionario. Como dijo la presidenta Claudia Sheinbaum, “queremos muchos Benitos Juárez en la Corte”. Hoy tenemos uno. Y como bien remató con picardía: “Sacó más votos que el PRI en 2024… el presidente de la Corte es Hugo”. ¡Zas!

Y por supuesto, Xóchitl Gálvez no tardó en reaccionar en redes, escribiendo: “Felicito a Hugo Aguilar por su triunfo. Discrepo con su ideología, pero reconozco el valor de tener un indígena al frente de la Corte”. A lo que Aguilar respondió con elegancia oaxaqueña: “La justicia no tiene ideología. Tiene rostro. Y hoy ese rostro también es indígena.”

Este hombre no llega a imponer, sino a incorporar. Lo dijo con claridad y humildad en su discurso:

“Con un ministro indígena en la Corte van a tener un aliado que va a incorporar la perspectiva de los pueblos (…) tenemos un artículo segundo constitucional que les reconoce plenamente. Ustedes pueden seguir usando su cultura, su identidad… y como trabajadores también merecen justicia social, mejores salarios, mejores perspectivas.”

La justicia en México, por fin habla mixteco, y entiende la lucha de los que cruzan desiertos, trabajan en el campo, o sobreviven en las maquilas del norte. No es un adorno multicultural; es un parteaguas legal.

Hugo Aguilar Ortíz representa la mejor cara de México: un país que no borra su historia indígena, sino que la coloca al frente de su institución más alta de justicia.

Mientras Estados Unidos se desmorona entre egos naranjas y algoritmos narcisistas, México da un paso gigantesco hacia una Corte más humana, más nuestra.

¡Qué viva México y qué viva el poder de los pueblos originarios!

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