George Washington: Profeta de los Excesos en Gringolandia

Publicado el 10 de septiembre de 2025, 4:49

George Washington no fue un santo, aunque la mitología política de Estados Unidos lo pinte como un prócer intachable. En Mount Vernon esclavizó a cientos de hombres, mujeres y niños. Su carrera militar también estuvo marcada por la violencia y el despojo contra pueblos nativos —primero en la llamada Guerra Franco-India y después al promover, ya como presidente, la expansión hacia el oeste sin respeto por la soberanía indígena. Es decir: cimentó su legado sobre el dominio racial y territorial.

Sin embargo, incluso un hombre de contradicciones como él pudo anticipar algo profético: la autodestrucción de la república estadounidense no vendría del exterior, sino desde dentro.

La advertencia de 1796

En su célebre “Discurso de despedida” de 1796, Washington escribió que el mayor peligro para la joven nación no eran las alianzas con potencias extranjeras, sino el veneno interno de la división partidista, la deuda pública excesiva y los líderes manipuladores capaces de explotar las pasiones del pueblo.

Su visión fue clara: los partidos políticos podían convertirse en “poderosos motores mediante los cuales hombres astutos, ambiciosos y sin principios” usurparían el poder, destruyendo las mismas instituciones que los encumbraron. En otras palabras, la democracia podía ser devorada por quienes juraban defenderla.

Relevancia hoy

Más de dos siglos después, la advertencia suena dolorosamente actual. Estados Unidos se encamina a celebrar el 250 aniversario de su Declaración de Independencia en 2026, pero lo hará con una democracia tambaleante, consumida por la polarización, el populismo autoritario y la manipulación informativa.

La advertencia de Washington sobre la “elevación de un caudillo sobre las ruinas de la libertad pública” parece describir con exactitud la era de Donald Trump, un presidente que ha construido su poder explotando divisiones raciales, religiosas y regionales. Como buen “hombre ambicioso y sin principios”, no ha dudado en avivar el fuego del odio para sostener su proyecto político, incluso al costo de erosionar el Estado de derecho.

El problema no son solo los líderes

Washington también lo reconoció: el espíritu de facción es inseparable de la naturaleza humana. Los pueblos tienden a agruparse y a desconfiar del “otro”. Esa predisposición puede ser explotada por intereses internos o externos, convirtiendo la política en un incendio que, lejos de calentar, arrasa.

Hoy, con la desinformación viral, las guerras culturales y el culto a personalidades mesiánicas, la pregunta que planteaba Washington sigue vigente: ¿estamos siendo calentados por el fuego de la competencia democrática o consumidos por las llamas del faccionalismo?

Conclusión

Washington no fue un héroe sin mancha: esclavista, expansionista y hombre de su tiempo. Pero en su despedida dejó una advertencia que Estados Unidos ha preferido olvidar. Si la república se derrumba, no será por Rusia, China o cualquier enemigo extranjero; será porque los propios estadounidenses, cegados por partidos y caudillos, habrán cumplido la profecía de su primer presidente.


Referencia: Robert A. Strong, “Before He Left Office, Washington Warned About Nation’s Greatest Threat: Us”, StudyFinds, 4 de septiembre de 2025. Disponible en: https://studyfinds.org/why-george-washingtons-worries-about-americas-fate-coming-true/


 

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