
El mes pasado, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, a través de FinCEN, desató una tormenta diplomática al emitir órdenes contra CIBanco, Intercam Banco y Vector Casa de Bolsa, a las que calificó como “de principal preocupación por lavado de dinero” en el contexto del tráfico de fentanilo. Las medidas, dictadas el 25 de junio de 2025, forman parte de una estrategia para atacar las redes financieras de los cárteles, presionando a México bajo el discurso antidrogas del presidente Donald Trump.
De acuerdo con FinCEN, estas instituciones habrían sido utilizadas para mover millones de dólares vinculados a organizaciones criminales. Las sanciones prohíben que bancos estadounidenses procesen transferencias con ellas y, de aplicarse al pie de la letra, podrían afectar remesas y transacciones comerciales. Sin embargo, la entrada en vigor se retrasó hasta el 4 de septiembre de 2025, según admitió la propia autoridad estadounidense, para dar tiempo a que los bancos gringos “implementen” las medidas.
La narrativa oficial habla de operaciones millonarias, transferencias hacia China para comprar precursores químicos y hasta cuentas vinculadas a redes criminales. Pero el discurso huele a hipocresía. Washington actúa como policía global del narcotráfico mientras Wall Street sigue empapado del mismo dinero sucio que finge combatir.
La propia presidenta Claudia Sheinbaum exigió pruebas concretas al gobierno estadounidense, argumentando que hasta ahora no se ha presentado evidencia robusta que justifique semejantes acusaciones. Y es aquí donde el analista geopolítico Alfredo Jalife-Rahme no se anda con rodeos y lanza una bomba retórica contra el doble rasero de Estados Unidos.
"Lavaban en México
120 mil millones de dólares.
Un solo banco gringo,
del narcotráfico.
Googleen, ahí está en Diario de la Jornada.
Y luego apareció que había otros 400 mil millones de dólares.
Segunda vaca, secuencia.
En Estados Unidos es muy dado eso: cuando un banco quiebra, lo fusionan.
¿Y adivina con quién se fusionó? Con Wells Fargo.
Es el quinto banco de Estados Unidos.
Y Wells Fargo salta
y le pega a México y al Banco del Bienestar
diciendo que lava dinero.
¿Cómo te lo puede decir
el que lavaba en México casi medio billón de dólares,
viene a decir que México está lavando dinero
con billetitos de 500 dólares?
Entonces, ¿quién controla el narcotráfico?
Esa es la gran pregunta.
Wall Street siempre lo ha controlado.
No hay nada nuevo.
Pero déjame seguir.
Esto es lo más importante:
¿qué está en juego
contra el Banco del Bienestar,
que ya no va a recibir remesas por lo mismo?
¿Qué está en juego?
70 mil millones de dólares en remesas.
Eso es lo que quieren.
Ese es el pastel.
Es otra guerra por el pastel, por favor.
Y por eso la presión, y por eso…
No tienes que verlo de otra forma.
Y además, la crisis bancaria de Estados Unidos.
Wall Street controla el narco, sí.
¿El gobierno de Estados Unidos controla el narco?
¿O será al revés?
Caray. Perdóname.
Son títeres.
Estas agencias son instrumentos.
Por ejemplo, la DEA.
Vean, son los reguladores.
¿De qué?
De todo lo que pasa en México, con los cárteles.
Mírame, no se mueve una hoja de un árbol sin que ellos no lo sepan,
por favor.
Controlan el narco."
El argumento de Jalife es incómodo pero necesario: Estados Unidos sanciona a bancos mexicanos mientras sus propios gigantes financieros han sido acusados —y multados— por lavar miles de millones para el crimen organizado. Muchos bancos tienen historiales de escándalos que harían sonrojar a cualquier banco latinoamericano.
Además, detrás de las sanciones está el verdadero botín: los más de 70 mil millones de dólares en remesas que cada año sostienen la economía mexicana. Jalife lo llama “el pastel” y no es exageración: controlar las plataformas de remesas es controlar una arteria financiera vital para millones de familias en México.
El show de Trump y el fentanilo
Trump necesita fabricar un enemigo externo para ocultar el narco-capitalismo interno. Su administración impulsa leyes como la FEND Off Fentanyl Act y exige a México “hacer más”, mientras evita investigar los paraísos fiscales o las redes financieras que operan desde Nueva York y Miami.
La conclusión es clara: FinCEN y la DEA se presentan como guardianes de la moral financiera, pero actúan como instrumentos de una estrategia más amplia: asegurar la hegemonía estadounidense sobre los flujos de dinero. Las sanciones no sólo buscan castigar el supuesto lavado; buscan reordenar quién cobra comisiones, quién procesa transferencias y quién dicta las reglas.
Al final, la pregunta de Jalife sigue flotando en el aire:
¿Quién controla realmente el narcotráfico?
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