La Guerra Eterna contra Migrantes del Generalísmo Donaldo Trump

Publicado el 4 de agosto de 2025, 6:14

Por décadas he criticado —en mis blogs y en mi programa de radio— el uso excesivo de la fuerza por parte del gobierno de EE.UU. contra migrantes, ciudadanos y comunidades marginadas. Pero lo que estamos viendo bajo el régimen de Donald Trump es otra cosa: una militarización doméstica sin precedentes, una embestida autoritaria que amenaza con volver permanente la guerra contra el "enemigo interno".

Un memorando interno filtrado del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), revelado por The New Republic, sugiere que la administración Trump pretende usar a las Fuerzas Armadas como herramienta habitual de control migratorio en ciudades de todo el país, no solo en la frontera . El documento —redactado por Philip Hegseth, hermano menor del Secretario de Defensa Pete Hegseth— propone replicar operaciones como la que Trump ejecutó en Los Ángeles, donde desplegó a la Guardia Nacional y a los Marines para contener protestas y arrestar migrantes .

Peor aún, el memo compara la amenaza de los cárteles y pandillas latinas con la de Al Qaeda o ISIS, en un intento grotesco por justificar el uso de fuerza militar contra civiles latinos en suelo estadounidense . Según expertos del German Marshall Fund y el Brennan Center, esta estrategia borra las líneas entre seguridad nacional y represión política. “La intención es usar al ejército dentro del país a un nivel que no hemos visto desde la internación de japoneses durante la Segunda Guerra Mundial”, declaró Carrie Lee del GMF .

Pero ¿qué ocurre una vez que esa maquinaria militar detiene a alguien? Basta con mirar al centro de procesamiento de ICE en Broadview, Illinois.

Según una investigación demoledora del Chicago Tribune, decenas de mujeres —madres, embarazadas, ancianas— han sido encerradas por días, algunas hasta seis jornadas, en condiciones infrahumanas: sin camas, sin comida caliente, sin artículos de higiene, sin duchas funcionales. Todo esto en una instalación supuestamente destinada a detenciones de no más de 12 horas .

Gladis Yolanda Chavez, madre hondureña y activista proinmigrante, fue detenida durante una cita rutinaria con ICE y posteriormente deportada a Honduras tras más de un mes de reclusión. Contó que pasó noches enteras sin dormir por los llantos de madres separadas de sus hijos, envueltas en chamarras prestadas para no congelarse en el concreto . “Es deshumanizante, nos tratan peor que a criminales”, dijo al Tribune desde su país natal .

El mismo patrón se repite en el caso de Marina López Pérez, madre de tres hijos —dos de ellos ciudadanos estadounidenses— detenida también el 4 de junio y enviada luego a Kentucky. Su esposo, con miedo a represalias, relató entre lágrimas que sus hijos aún no comprenden del todo por qué su madre está presa, solo que no pueden verla .

Y mientras tanto, ICE niega todo. Su sitio web habla de estándares “estrictos” de detención y asegura que los detenidos tienen acceso a duchas, teléfonos, comida y representación legal. Pero al mismo tiempo, bloquean a miembros del Congreso —incluyendo a la representante Delia Ramírez— de entrar a Broadview para inspeccionar la realidad .

¿La ironía? ICE insiste en que Broadview no es una cárcel, sino solo un "centro de procesamiento". Pero si se encierra a gente por días, sin juicio ni derechos básicos, entonces es una cárcel. Punto.

Este doble discurso, esta lógica Orwelliana, es exactamente lo que se necesita para justificar un estado policial. Trump está construyendo un aparato de control con retórica de guerra —la “invasión” migrante— para militarizar ciudades y expandir detenciones arbitrarias. No es coincidencia que esta ofensiva llegue con un aumento presupuestal multimillonario para ICE y nuevos centros de detención a lo largo del país .

Como advirtió Joseph Nunn del Brennan Center, normalizar el uso militar en asuntos civiles es abrir la puerta a una “guerra eterna” dentro del país, dirigida no contra terroristas, sino contra madres como Gladis y Marina.

Y esa guerra ya empezó.

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