El incendio cultural de la derecha: entre Molotovs imaginarios y la demolición de la democracia

Publicado el 16 de septiembre de 2025, 6:04

Si las narrativas explosivas fueran cócteles Molotov, la derecha estadounidense estaría incendiando ciudades enteras. Pero lo que han creado no es una revolución de fuego, sino un basurero pestilente que emite gases tóxicos y amenaza con asfixiar la fibra misma de la nación. Hoy, cualquiera que se sitúe mínimamente a la izquierda del centro se convierte en blanco.

Tras el asesinato de Charlie Kirk, el activista de extrema derecha, JD Vance y Donald Trump no tardaron en señalar a las universidades y a “los izquierdistas” como culpables. Lo grotesco es que el presunto atacante, Tyler Robinson, pasó por Utah State University —una institución que no es bastión progresista, sino uno de los campus más conservadores del país. Rankings de 2025 la colocan en el top 10 de universidades más conservadoras en EE.UU. (College Transitions; Uhomes; PrepScholar). Yo mismo estuve ahí un año: hablar de un “asedio izquierdista” en Logan, Utah, es tan absurdo como decir que Fox News es una célula marxista.

La distorsión va más allá de la hipocresía. Stephen Miller, asesor de Trump, prometió canalizar “la ira justa” contra organizaciones de izquierda, acusándolas sin pruebas de promover violencia. En una transmisión desde la propia Casa Blanca, Miller aseguró que el gobierno “utilizará todos los recursos del Departamento de Justicia y de Seguridad Nacional para identificar, desmantelar y destruir estas redes.”

JD Vance, hoy vicepresidente, insistió en que “el extremismo izquierdista fue parte de la razón por la que Charlie fue asesinado.” Sin embargo, los datos lo contradicen: según el National Institute of Justice Journal, la mayoría de los actos de violencia política en los últimos años provienen de la derecha, no de la izquierda.

Donald Trump, fiel a su guion, calificó a la izquierda de “lunáticos radicales” responsables del asesinato. La congresista Marjorie Taylor Greene fue más lejos: pidió un “divorcio nacional” porque “ya no hay nada de qué hablar con la izquierda.” Estas palabras no buscan sanar heridas, sino prenderles fuego a los cimientos de la democracia.

Y si esto no basta, la Cámara de Representantes bajo control republicano añadió a la ley de reautorización del Departamento de Estado (H.R. 5300) una disposición que permitiría revocar pasaportes de ciudadanos por sus creencias políticas. Un cheque en blanco para la represión y el exilio interno.

Lo que estamos presenciando no es un debate político: es terrorismo retórico. Trump, Vance, Miller y Greene no sólo buscan culpables fáciles tras la tragedia; están forjando un marco legal y cultural para criminalizar la disidencia. Quieren un país donde ser de izquierda signifique perder tu pasaporte, tu voz y tu derecho a existir en la esfera pública.

No nos engañemos: estos incendiarios culturales no están apagando las llamas de la violencia, las están avivando con gasolina. No sólo han convertido la memoria de Kirk en un martillo contra la democracia, sino que buscan transformar el dolor en un pretexto para la represión masiva.

La derecha cree que está lanzando cócteles Molotov contra sus enemigos. Lo que en realidad hace es reducir a cenizas el mismo país que dice amar. Y mientras tanto, quienes creemos en la libertad y en la justicia debemos señalar la mentira: no es la izquierda la que está incendiando la nación. Es la derecha, con su furia fabricada, su discurso del odio y su agenda autoritaria.


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