
Hoy quedó claro: la libertad de expresión en Estados Unidos ha recibido un golpe mortal. Y no, esto ya no es la caricatura de la llamada cancel culture, donde corporaciones deciden no anunciarse en ciertos programas o audiencias dejan de consumir un producto. Aquí estamos ante el poder del Estado y de un presidente que celebra censuras como trofeos políticos.
El comisionado de la FCC, Brendan Carr, advirtió públicamente a Disney y ABC que debían “tomar acción” contra Jimmy Kimmel por sus comentarios sobre el asesinato de Charlie Kirk. En una entrevista dijo sin rodeos: “Podemos hacerlo por las buenas, o estas compañías pueden actuar sobre Kimmel, o la FCC tendrá más trabajo por delante”【HuffPost†source】. Horas después, ABC anunció que Jimmy Kimmel Live! quedaba suspendido indefinidamente, y Nexstar —dueño de 32 filiales de ABC y ansioso de obtener la aprobación de Carr para comprar Tegna— aplaudió la decisión. Un intercambio de favores disfrazado de moralidad: censura a cambio de negocio【Deadline†source】.
El monólogo DE KIMMEL
Lo irónico es lo que realmente dijo Kimmel al final de cuentas. El 15 de septiembre dijo: “We hit some new lows over the weekend with the MAGA gang desperately trying to characterize this kid who murdered Charlie Kirk as anything other than one of them and doing everything they can to score political points from it”【Mashable†source】. Denunció la manipulación política tras una tragedia. Incluso, días antes había escrito en Instagram: “Podemos estar en desacuerdo en todo, pero ¿no podemos coincidir en que es horrible y monstruoso disparar a otro ser humano?”. Difícilmente puede catalogarse como “conducta enfermiza”, como afirmó Carr.
Trump: el verdugo de los medios
Pero la realidad es más amplia. Jimmy Kimmel no es la primera víctima de Donald Trump. Hace apenas semanas, celebró que CBS cancelara The Late Show de Stephen Colbert. Antes, demandó a The New York Times, The Wall Street Journal y 60 Minutes. Expulsó a la agencia AP de las conferencias de prensa en la Casa Blanca. Forzó arreglos económicos humillantes: 15 millones de dólares a ABC News, 16 millones a CBS y 25 millones a Meta. Su objetivo es claro: intimidar, desgastar y doblegar a los medios críticos hasta hacerlos irrelevantes o sumisos.
Trump festejó la salida de Kimmel como si hubiera ganado una elección: “Great News for America: The ratings challenged Jimmy Kimmel Show is CANCELLED”, escribió en Truth Social, y pidió que NBC hiciera lo mismo con Jimmy Fallon y Seth Meyers【HuffPost†source】.
Guillermo Rodríguez: nuestra representación perdida
Para la audiencia hispana, hay otra dimensión que duele. Junto a Kimmel, siempre estuvo Guillermo Rodríguez, inmigrante mexicano convertido en estrella cómica. Guillermo dio a los latinos un lugar visible en el late night, un espacio casi siempre reservado a hombres blancos de traje y corbata. Con su acento marcado, su humor sencillo y su calidez, Guillermo nos representaba. Su presencia rompió barreras, nos hizo sentir parte de la cultura televisiva nocturna. Con la desaparición del programa, también se apaga esa ventana cultural que tanto necesitábamos.
Corporaciones de rodillas
El rol de Nexstar es particularmente vergonzoso. Al mismo tiempo que censuran a Kimmel, negocian con la FCC para comprar Tegna y convertirse en el mayor operador televisivo del país. No es coincidencia que “descubran” ahora un supuesto compromiso con la sensibilidad comunitaria. Lo que quieren es congraciarse con Carr para lograr su expansión. Este es el modelo: empresas de comunicación subordinadas al poder político y económico, incapaces de defender principios democráticos.
Un precedente alarmante
En 2002, ABC canceló Politically Incorrect de Bill Maher por presiones políticas en plena guerra contra el terror. Veintidós años después, la historia se repite, pero ahora bajo un presidente que se regodea públicamente en los despidos y suspensiones de sus críticos.
El mensaje es claro: si hoy silencian a un comediante de medianoche, mañana podrán callar a periodistas, activistas, profesores o ciudadanos comunes. El derecho a disentir está siendo sofocado con amenazas regulatorias y extorsiones financieras.
Jimmy Kimmel no era el enemigo de la nación. Era un comediante que se atrevió a señalar la hipocresía tras un asesinato. Pero en la era Trump-Carr, eso basta para perder tu plataforma. Y mientras tanto, los medios se arrodillan y aplauden, felices de sacrificar la libertad en el altar de sus negocios.
Hoy, tristemente, podemos decirlo sin metáfora: la libertad de expresión en Estados Unidos está en coma. Y Trump sostiene el respirador.
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