Trump: la crueldad es el punto

Publicado el 2 de octubre de 2025, 6:18

El gobierno federal está paralizado y no por accidente: Donald Trump lo ha convertido en un instrumento de poder personal. Con la sonrisa torcida de quien disfruta el caos, el presidente no sólo acepta el “shutdown”, lo celebra. Desde la Casa Blanca, amenaza con despedir a miles de trabajadores federales y suspender proyectos claves en estados azules como Nueva York, donde congeló 18 mil millones de dólares para el metro y el túnel del Hudson. ¿Coincidencia? No: venganza pura contra Chuck Schumer y Hakeem Jeffries, sus adversarios políticos.

La ironía es grotesca: en 2013, Trump acusó a Barack Obama de debilidad frente a un cierre de gobierno, declarando que un “shutdown significa que el presidente es débil”. Hoy, el autoproclamado “hombre fuerte” se contradice, usando la misma crisis para castigar enemigos, recortar programas sociales y remodelar el gobierno a su antojo. No es liderazgo: es chantaje.

Lo que está en juego no es sólo un pulso político entre Casa Blanca y Congreso. Son cientos de miles de familias trabajadoras que no recibirán su salario, agencias públicas paralizadas y programas esenciales mutilados. El Congreso Budget Office estima pérdidas diarias de 400 millones de dólares en salarios federales. Pero Trump y su equipo, liderado por Russ Vought, celebran estas “oportunidades” para adelgazar el Estado y alimentar su proyecto de poder autoritario.

Medicaid: el chivo expiatorio de siempre

En medio de esta crisis, la ultraderecha trumpista desempolva un viejo recurso: culpar a los inmigrantes. La controversia sobre Medicaid y la atención médica a indocumentados es un engaño de manual. La realidad es clara: los inmigrantes sin papeles no tienen acceso al Medicaid completo. Punto. Lo único que existe es un reembolso limitado a hospitales cuando atienden emergencias médicas críticas, como partos o accidentes graves. Eso se llama Emergency Medicaid.

Según Kaiser Family Foundation, este gasto representa menos del 1% del presupuesto total de Medicaid. Es decir, insignificante. No hay hordas de “ilegales” recibiendo atención gratis; hay hospitales que evitan la quiebra gracias a un mecanismo mínimo de compensación.

Pero Trump y sus aliados han decidido hacer de ese 1% un escándalo nacional. Lo pintan como “robo” a los contribuyentes, cuando en realidad son los inmigrantes quienes pagan los platos rotos. Pagan impuestos, sostienen sectores enteros de la economía, pero son reducidos a caricaturas racistas para movilizar la furia de las bases MAGA.

Lo que se discute no es eficiencia presupuestaria: es racismo institucionalizado. Eliminar o reducir esos reembolsos no castigará sólo a migrantes: colapsará salas de urgencia en todo el país, sobre todo en áreas rurales y pobres donde los hospitales dependen de cada dólar. La salud pública entera se verá afectada.

El gozo cruel de los poderosos

“El cruel es el punto”, dijo Hakeem Jeffries. Y tiene razón. Trump disfruta el dolor infligido. No importa si son empleados federales sin paga, pacientes sin acceso a tratamientos, o inmigrantes usados como piñata política. La lógica es simple: gobernar con odio, dividir con mentiras y, de paso, consolidar poder personal.

Así, el “shutdown” no es un accidente, sino un experimento autoritario. Trump lo usa para probar hasta dónde puede castigar a estados opositores, reescribir reglas de gasto y sembrar miedo. Mientras tanto, la nación entera sufre: familias sin ingresos, mercados nerviosos, hospitales en crisis. Y él, fiel a su estilo, lo celebra con regocijo, porque en su mundo, el sufrimiento de otros es su triunfo político.


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