El proxeneta de la Casa Blanca

Publicado el 23 de octubre de 2025, 19:10

Trump convierte el poder en mercancía y el símbolo nacional en un burdel de oro.
No hubo audiencias en el Congreso, ni declaraciones públicas, ni intención registrada en el Federal Register: con el chasquido de sus dedos, Donald Trump se convirtió en uno de los mayores proxenetas en los 250 años de historia de Estados Unidos.
(Parece que Donald aprendió bien de su abuelo Friedrich Trump [1869–1918], quien operaba burdeles en el Yukón y el norte de la Columbia Británica disfrazados de hoteles y restaurantes).

La diferencia es que Trump no está —por lo que sabemos— vendiendo mujeres, sino influencia. Ha prostituido la Casa Blanca para construir un ostentoso salón de fiestas de 300 millones de dólares. Esta semana, la bola demoledora apareció y arrasó con el Ala Este de la estructura —una estructura que, literalmente, pertenece al pueblo estadounidense. (Yahoo News)

En medio de un cierre de gobierno que afecta a miles de trabajadores federales y pone en riesgo la economía, mientras el país entero vive con austeridad, Trump gasta millones en esta “renovación” imperial.
El costo no lo asume directamente el contribuyente, sino un consorcio de multimillonarios oligárquicos que buscan comprar favores del presidente. Igual que los “donativos” que se intercambian por favores sexuales para no violar la ley, Trump pidió el mismo tipo de arreglo a sus compinches: Apple, Amazon, Google, Micron de Boise, Meta Platforms, Microsoft, Lockheed Martin y Palantir Technologies, esta última ya asociada con su gobierno para reforzar la inteligencia de ICE. (Reuters)
Alphabet Inc. (dueña de YouTube) aportará 22 millones de dólares, parte de un acuerdo con la administración Trump. (Time Magazine)
Por supuesto, no existe contabilidad oficial ni transparencia alguna: demasiada supervisión arruinaría la fiesta del Traficante de Influencia en Jefe.

Trump llegó al poder con un discurso populista que prometía ayudar al “hombre común”. Hoy, esa base ve cómo su líder cierra tratos que engordan su propio bolsillo. Pedirle austeridad al Rey Trump sería como pedirle a un coyote que se vuelva vegano.

Sin embargo, hay ejemplos de otros jefes de Estado que sí entendieron el poder como servicio, no como botín.
El papa Francisco eligió vivir en la casa de huéspedes Domus Sanctae Marthae y no en los apartamentos papales del Palacio Apostólico.
José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay (2010-2015), vivía en su granja, conducía un Beetle y donaba la mayor parte de su salario. (TPR.org)
Y Andrés Manuel López Obrador, al asumir la presidencia de México en 2018, dejó Los Pinos —símbolo del poder presidencial— para convertirlo en museo público. (Wikipedia)
Además, vendió el avión presidencial a Tayikistán por 92 millones de dólares y viajaba en clase económica. (AP News)

Trump, en cambio, quiere convertir la Casa Blanca en un palacio monárquico digno de un caudillo tropical. También se le atribuye la autoría de una propuesta para recibir un avión de lujo qatarí de 400 millones de dólares, que primero sería designado como Air Force One y luego transferido a su futura biblioteca presidencial.
(FactCheck.org; Common Cause; Reuters; PBS NewsHour; CREW)
Aunque Qatar niega la inminencia del “regalo”, la sospecha es inevitable: podría violar la cláusula de emolumentos extranjeros de la Constitución. (Politico)

Curiosamente, el secretario de Guerra Pete Hegseth anunció hace dos semanas la construcción de una base aérea qatarí en Idaho. ¿Coincidencia? Lo dudo.

Mientras la Casa Blanca se derrumba parcialmente, el simbolismo es innegable: es la representación física de lo que el “Mesías Chetos” ya le ha hecho a la nación — destruir sus supuestos cimientos (si es que alguna vez existieron) con un simple trazo de pluma.
Y no olvidemos cuando Trump bromeó que en 2024 votarías “para no tener que volver a votar”.
¿Estaba insinuando un Porfiriato estadounidense?

Hmm…


 

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