Petróleo incautado, vigilancia total y el nuevo manual de censura del trumpismo
El diez de diciembre no fue un día más: fue un recordatorio de que el proyecto político de Donald Trump ya no se molesta en esconder su vocación autoritaria. Desde el Caribe hasta el aeropuerto más pequeño de Estados Unidos, el mensaje fue el mismo: control absoluto, dentro y fuera, sin límites, sin pudor y sin contrapesos.
En el frente internacional, Trump presumió que Estados Unidos había incautado un supertanquero venezolano, como si la mayor potencia militar del planeta fuera un pirata moderno. Lo anunció con su jactancia habitual, traducido sin anestesia:
“Como probablemente saben, acabamos de incautar un tanquero en la costa de Venezuela. Un tanquero grande, muy grande, el más grande jamás incautado.”
Fuente: https://www.msn.com/en-us/news/world/us-seizes-oil-tanker-off-the-coast-of-venezuela-trump-says/ar-AA1S6iVK
Pero el botín petrolero es solo la mitad del problema. La otra mitad es todavía más inquietante: la vigilancia masiva convertida en norma. Ese mismo día, el CBP publicó su propuesta para exigir que cualquier visitante de países del programa ESTA entregue cinco años completos de su vida digital: redes sociales, números telefónicos, correos, direcciones, e incluso datos de familiares. Lo que antes era un campo opcional, ahora sería una obligación indiscriminada.
Fuente: https://www.cnn.com/2025/12/10/us/us-visa-waiver-social-media-check
Aquí aparece la parte más peligrosa del esquema: la censura preventiva, disfrazada de “seguridad nacional”. Si un estudiante extranjero publica críticas al gobierno estadounidense, su visa puede ser examinada con lupa. Si un turista decide no usar redes sociales —por privacidad o simple gusto— eso puede interpretarse como una señal de alarma. Mostrar reservas, cuestionar, opinar o guardar silencio… todo corre el riesgo de ser leído como sospechoso.
Trump no está buscando saber quién entra al país; está buscando controlar qué piensan, qué dicen y qué ocultan quienes desean entrar. Convertir la vida digital en un examen político obligatorio es, en esencia, una forma de censura anticipada: el mensaje es que solo quienes se comporten “correctamente” en línea tendrán derecho a cruzar la frontera.
Mientras tanto, en Venezuela, Trump avanza con un tono de conquistador petrolero. En casa, avanza como arquitecto de un Estado de vigilancia que toma forma a velocidad alarmante. Y cuando se suman ambos movimientos, la imagen es clara: un presidente que usa la fuerza militar para apropiarse de recursos ajenos y el poder burocrático para vigilar y domesticar la expresión global.
Día 325 quedó así como un símbolo de la misma lógica: si controla el petróleo afuera y controla la palabra adentro, controla el futuro. Y lo más grave: parece decidido a lograrlo.
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